martes, 4 de diciembre de 2012

Media década perdida

Los uruguayos seguimos claramente en democracia, relativamente libres,  definitivamente en paz. Nos recuperamos de la crisis económica, y llevamos muchos años creciendo fuertemente. Bajó bastante la pobreza y la indigencia. Son unas cuantas cosas de las que debemos estar orgullosos.

Pero esto está muy lejos de conformarme. Hace años que estamos más acomodados, y tenía esperanza de que al fin empezaríamos a dar saltitos cada vez más largos hacia el desarrollo. Pero está pasando lo contrario.

Este gobierno del Frente Amplio está terminando el tercer año de gobierno sin haber logrado ningún cambio drástico de los tantos que precisamos. Ya no hay tiempo para más: se viene el año preelectoral donde los precandidatos van a empezar a tirarse con todo y donde habrá discusiones fuertes sobre dos referéndums. Mujica y compañía se patinaron estos cinco años y seguimos hundiéndonos en el subdesarrollo.

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La sociedad está más desintegrada que nunca. Hay un enorme sector de la sociedad que ya no cree en el esfuerzo, el respeto y la honestidad. Provienen de todos los orígenes y andan en todos lados. Piensan que el resto de la gente son giles y que ellos son vivos. Piensan que los demás son inferiores, o inútiles, o alcahuetes del poder, o delincuentes, o abusadores, pero siempre irrecupreables de su condición. No confían en los demás, no quieren entenderlos, ayudarlos ni siquiera saludarlos.

Un montón de jóvenes no ven futuro alguno. La educación que reciben no les sirve, las empresas se aprovechan de ellos, la sociedad no se interesa en ellos, la prensa los ignora. Las malas tentaciones son muy fuertes y pocos intentan protegerlos de ellas. Nadie les explica nada ni les da una mano, y después se preguntan por qué pasa lo que pasa con ellos.

En demasiadas instituciones del estado y empresas se apunta a la mediocridad. Cuando se intenta poner objetivos de mejora, hacer proyectos para lograrlos, medir si se lograron y aprender de ello, los afectados trancan todo para seguir en la misma.

Es ridículo que queramos convertirnos en un país desarrollado si la educación maleduca a los jóvenes, si el estado sigue siendo tan caro, tan lento y tan inútil, si nadie intenta mejorar la productividad de los trabajadores, si nadie quiere arriesgarse con proyectos nuevos, y si la gente sigue maltratando a los demás.

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Es complicado decir cuáles son los mayores logros de este gobierno. El único que se me ocurre es la ley de participación público-privada. Esa forma de inversión privada en proyectos públicos ojalá sirva para realizar obras de infraestructura que llevan décadas sin atender.

También podría mencionar la ley de despenalización del aborto, que por lo que sé le pega bastante a lo que yo haría. Pero un proyecto tan importante no debería aprobarse por un voto, o sea con la oposición de la mitad del país.

La gestión policial parece haber empezado a tomar un buen rumbo, pero es difícil saber si está resultando y si va a seguir adelante. Como sea, la sociedad está cada vez más insegura, y los más pobres la sufren más.

Hay algunos temas dando vuelta, como la reforma al estatuto de funcionarios públicos y la Universidad Tecnológica. Pero están bastante trancados por la presión de sindicatos e izquierdistas radicales, que quieren mantenerse en el poder. Por ahora no salen, así que no cuentan.

Hay otros cambios positivos, como los vinculados a los derechos de los homosexuales: Pero son temas que afectan a una minoría, no grandes reformas. Lamentablemente, no hay más logros que contar.

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Los errores más gruesos del Frente Amplio vienen del gobierno de Tabaré Vázquez. En el gobierno de José Mujica hubo algunos, como la ley de anulación de la ley de caducidad que desconoció dos referéndums ciudadanos, y el pésimo manejo del cierre de Pluna.

También hubo despilfarros importantes, como la red de fibra óptica de Antel, para la que Carolina Cosse nos hizo gastar 500 millones de dólares, como si no hubiera suficientes redes en el país. Y el Ministerio de Desarrollo Social está realizando políticas desintegradoras y que vuelven a la gente dependiente del estado.

Lo que vivimos estos años fue una gravísima ausencia de reformas. El gobierno no intentó reformar el estado, ni revolucionar la educación, ni intentar proyectos para reintegrar a la sociedad, ni mejorar el funcionamiento de las empresas para que los salarios puedan subir de manera sustentable. No pasó absolutamente nada.

Se suponía que Mujica era el más indicado para dialogar con los sindicatos para acordar las reformas que necesitamos. Pasó exactamente lo contrario: los sindicatos aprovecharon la blandura del gobierno para seguir protestando y reclamando más para hacer menos por los demás. Es tan evidente la realidad que Mujica dijo que se conforma con "arreglar la vereda".

Si seguimos así, vamos a llegar a 2030 aún peor que lo que estamos. Porque los jóvenes se están olvidando lo que era terminar el liceo, los delincuentes se están poniendo pesados, los trabajadores se están retrasando con respecto al conocimiento que requiere la economía globalizada, y los políticos tienen vía libre para hacer la plancha y ser reelegidos.

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Tabaré Vázquez va a ser el candidato a presidente del Frente Amplio. Si llegan a perder la mayoría absoluta en el parlamento, ni se le va a ocurrir dialogar con la oposición para acordar leyes: va a gobernar a decreto como en las viejas épocas.

Parece que el candidato del Partido Nacional sería Jorge Larrañaga. Además de ser muy conservador en lo social, Alianza Nacional no tiene proyecto de país. Si en cambio sale algún candidato de Unidad Nacional, van a eliminar todo tipo de protección a los más necesitados, van restaurar las viejas políticas sociales ultraconservadoras, y van a impulsar un capitalismo salvaje que eliminaría las empresas chicas y daría espacio a monopolios privados.

El Partido Colorado hace rato que dejó de ser batllista. Ya no se acuerdan lo que era la sociedad de bienestar. Pedro Bordaberry es un conservador del mismo nivel que los herreristas. Igual que ellos, propone mano dura contra los delincuentes de todas las edades, y encerrarlos en la escuela carcelaria por varios años para que se gradúen de profesionales del delito.

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El Partido Independiente es una de las pocas esperanzas que tengo. Son sensatos, principistas y demócratas a niveles jamás vistos en décadas. Pero todavía no logran despuntar en simpatías, porque la gente vota a presidente y no a parlamentarios.

Empezaron a aparecer un montón de partidos minoritarios, sobre todo el Partido Pirata, que defiende la libertad y privacidad en internet, propone la distribución de cultura y conocimiento libre sin fines de lucro, busca una democracia más directa, y propone una revolución en la educación. Pero es muy complicado que la gente se entere de ellos y los voten.

Se me están debilitando las esperanzas, pero todavía me queda un poquito. Ojalá estos dos años veamos una revolución en el sistema de partidos, para que Uruguay empiece a avanzar hacia un desarrollo en serio.