Dicen que los malandras nunca se retiran, sólo se toman descansos. Lo mismo pasa con ciertos deportistas. La lesión de Felipe Massa en el Gran Premio de Hungría de 2009 y el fracasado intento de volver para el Gran Premio de Europa endulzaron a Michael Schumacher, y le hicieron buscarle la vuelta para volver a la Fórmula 1 y volver a dar la vuelta.
Ferrari hzo todo lo posible para que habilitaran a los equipos inscribir un tercer automóvil, pero esa posibilidad le fue vedada. Y con Alonso y Massa ya contratados por la Scuderia, Schumi se vio obligado a buscar otro equipo. El elegido fue Mercedes GP (ex Brawn GP), defensor de ambos títulos, quien fichó al heptacampeón por nada menos que tres temporadas enteras (2010 a 2012). Es difícil de creer que Mercedes ande lejos de la punta, pero al mismo tiempo, el veterano alemán (hoy cumple 41 añitos) corre el riesgo de repetir el fracaso de Nigel Mansell de 1995.
Ahora, mi dilema existencial es por quién hinchar. Schumi es Schumi, pero verlo en un monoplaza es plateado me confundirá más que cuando la selección uruguaya debe jugar de rojo contra la albiceleste argentina. Vettel y Massa me caen bien, aunque el primero compite en el equipo más de menos de la grilla (Red Bull, ni fabricante ni privado a la antigua) y el segundo podría padecer secuelas del golpazo en la cara. Al menos sé que deseo que los pilotos británicos de McLaren, Jenson Button y Lewis Hamilton, jamás suban al podio.
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