Por fin se confirmó que José María "Pechito" López correrá por el equipo USF1 en la temporada 2010 de la Fórmula 1. Con su extenso prontuario a la vista, estoy seguro de que el cordobés sorprenderá a muchos por sus cualidades y únicamente las prestaciones del monoplaza norcarolino le impedirán mejores actuaciones.
Lo curioso del anuncio de ayer es que el gobierno de los Kirchner puso dos de los ocho palos verdes que el equipo pedía para contratar a Pechito. Sin embargo, repasando las recientes apariciones argentinas en el automovilismo mundial (Rally Dakar en Argentina y Chile, FIA GT1 en Potrero de los Funes, Rally de Argentina en Córdoba, Esteban Guerrieri en la Superleague Formula, Luís Pérez Companc y Matías Russo en la FIA GT2), en la mayoría de ellas aparecen intervenciones directas de políticos. Es que el automovilismo mueve pasiones de grandes masas, dinero y poder, una combinación que a ellos les fascina.
Esta situación no es nueva. De hecho, el Gran Premio de Argentina de Fórmula 1 fue promovido en la década de 1990 por el propio presidente, Carlos Saúl Menem. Hablando de Roma, se habla de que los Kirchner quieren traer a la Fórmula 1 a su país. Bernie Ecclestone dice que al Gálvez de Buenos Aires no hay reforma que le sirva, y exige un autódromo totalmente nuevo. Y el Potrero de los Funes no sirve, debe estar a tiro de piedra de Buenos Aires para asegurarse de poder atraer la mayor cantidad de espectadores y cobertura mediática posible.
No es que me disguste tener eventos de automovilismo mundialistas tan cerquita de casa, pero ciertos efectos secundarios sí.
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