Desde el fatídico Gran Premio de San Marino de 1994, la Federación Internacional del Automóvil tuvo una política de construcción de circuitos de Fórmula 1 enfocada en la seguridad. No bastó con colocar chicanas brutales previo a viejos curvones, ni con talar hectáreas enteras de bosque y rebajar lomas para ampliar vías de escape. La solución a las tragedias fue el arquitecto alemán Hermann Tilke. Sus circuitos construidos desde cero, que han venido poblando el calendario de la máxima categoría del automovilismo mundial en la última década, se caracterizan por largas rectas bien rectas que desembocan en horquillas cerradísimas seguidas de contracurvas, y una brillante ausencia de desniveles, peraltes y curvones a la antigua.
Estambul es el único tilkódromo rescatable, por sus subidas y bajadas decentes, su recta opuesta quebrada en dos, y la imposible cuádruple curva 8. El resto de los autódromos nuevos son un bodrio supremo, en particular para los autos de Fórmula 1 para los que fueron construidos. Repasando los mapas, las únicas curvas rápidas aceptablemente desafiantes que encuentro son las 5 y 6 de Sepang y la 13 de Sakhir. Y para mal de males, ambas secciones están precedidas por una curva cerrada y una recta corta.
Muchos circuitos ya existentes también pasaron por las manos de Tilke. Prácticamente todos ellos padecieron severamente la consecuencia de esta revolución. Basta ver Hockenheim, hoy otro circuito sin gracia alguna, y que antes sintetizaba rectas larguísimas, chicanas cerradas, el veloz curvón Oeste y el Motodrom trabadísimo.
Österreichring es la excepción a la regla: manteniendo las ondulaciones y las largas y sinuosas rectas de antaño, cambió los antiguos curvones por horquillas perfectas para piñatas. Si no me creen, vean cómo Montoya intenta contener a Schumacher y todo un pelotón durante varias vueltas del Gran Premio de Austria de 2001. Lamentablemente, la pista cerró y el imperio austríaco Red Bull se está tomando demasiado tiempo en reacondicionarla para atraer al DTM alemán.
Algunos autódromos sobrevivieron la cacería de brujas. Las chicanas de Monza no impidieron mantener Lesmo ni la Parabólica ni promedios de velocidad absurdamente altos. Con reformas en marcha para albergar el Gran Premio de Gran Bretaña de Motociclismo, el ex aeródromo de Silverstone perderá parte de los mixtos insípidos añadidos en 1991 y ganará dos nuevos sitios de sobrepaso, aunque no sabemos cómo quedarán otras curvas que serán rediseñadas una vez más.
Y de los contados circuitos que quedaron intactos, muchos peligran por las burbujas inmobiliarias. Jarama y Jacarepaguá son dos monumentos de la historia del deporte motor a punto de ser enterrados bajo emprendimientos urbanísticos. Y por absurdo que parezca, Spa-Francorchamps entró a la lista de circuitos en peligro de extinción. Y no es por su dibujo, que salvo la chicana de juguete colocada antes de Eau Rouge para el Gran Premio de Bélgica de 1994, jamás perdió su pureza pese a tener la mitad de extensión que medio siglo atrás.
Vecinos quejosos por los decibeles de los bólidos que pululan esa zona de las Ardenas hicieron que el Consejo de Estado belga suspendiera la licencia del circuito por nada menos que 17 años, así eliminando un destino de peregrinaje de miles de fanáticos del deporte motor. En menos de tres semanas, otro grupo de vecinos lleva registradas más de 30.000 firmas de ciudadanos del mundo motor pidiendo que se revea la situación. Esperamos que los belgas sientan nuestra voz y hagan presión a sus políticos para que revean.
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