En una sociedad perfecta, cada persona tendría la opción de desarrollar al máximo de sus posibilidades sus distintas capacidades (laborales, científicas, artísticas, deportivas, etc). Las únicas limitaciones serían sus características físicas y psicológicas, además de sus elecciones de vida.
Pero estamos lejísimos de esa situación. El mundo actual es injusto. Muchos genios del balón nacen rodeados de gente que asocia practicar deporte con ser inútil. Muchas mentes brillantes nacen rodeadas de inseguridad y violencia, donde los deseos de resolver teoremas matemáticos e imaginar revoluciones políticas son anulados por el miedo a perder lo poco que uno conserva. Muchos cuerpos perfectos se ven resignados a alimentarse de lo que hay a su alcance, sea carne de origen desconocido o agua tóxica.
Hoy se investiga cómo ciertos genes predisponen a los humanos a ser ansiosos, a engordar, a volverse violentos, a volverse adictos. Pero creo que las características natas todavía importan muchísimo menos que el entorno en que vive la gente.
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