Pese a que la National Association for Stock Car Auto Racing es la reina del espectáculo motorizado, las carreras de la Copa Nascar se suspenden por lluvia sin excepciones. Los 350 Kilómetros de Watkins Glen que debían correrse hoy los corrieron para mañana lunes. Ya es la quinta carrera de esta temporada de la Copa Nascar que se aplaza/suspende - las anteriores fueron las 500 Millas de Daytona en febrero, las 600 Millas de Charlotte en mayo, las 300 Millas de New Hampshire en junio, y las 500 Millas de Pensilvania en agosto.
Ta bien, la tormenta que azotó esa región del noreste de Estados Unidos fue lo suficientemente fuerte como para que recomendaran a los espectadores refugiarse. Y es de esperar que una máquina tan potente y de tracción trasera sea ingobernable sobre una superficie húmeda a 320... digo, 200 mph. Entonces, ¿cuál es el drama?
Es que esta fecha no tenía lugar en un óvalo, sino en Watkins Glen, un autódromo con curvas para ambos lados y escapes aceptablemente amplios. En cualquier campeonato decente, después de esperar un rato, los organizadores habrían hecho calzar neumáticos ranurados a todos los bólidos participantes y lanzarlos a la pista.
Sin embargo, las autoridades de la Nascar creen que eso de correr bajo lluvia es para europeos refinados. Tan fuerte es su dogma que el proveedor de neumáticos ya tiene las gomas de lluvia listas, pero los mandamases no quieren usarlas. En una palabra, son unos cagones de mierda.
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Como no me considero ladrón, evito copiar y pegar este bellísimo artículo sobre los problemas que el monóxido de dihidrógeno genera en la máxima expresión del automovilismo estadounidense.
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