Había sido un día bravo en el laburo. Sofía apenas podía protegerse del chaparrón con el techito de la parada de ómnibus. Esperaba, y esperaba. Cuando abrió los ojos, confirmó que el ronroneo que escuchaba era de un auto. Era un sedán de lujo, no el típico Mercedes o BMW gris oscuro, sino asiático de color blanco perlado. El vidrio polarizado de atrás apenas bajó y un "Subite" lo cruzó.
- ¿Sí? - preguntó Sofía.
- ¿Subes? - preguntó amablemente un hombre de unos cincuenta años, de lentes de sol negros.
- ¿Quién sos? ¿Qué querés? - embistió Sofía con toda la confianza del mundo.
- Te estamos buscando, nosotros y ellos. ¿Vienes con nosotros?
- Si no me respondés, no. ¿Qué querés? - insistió.
- Protegerte, informarte y enseñarte.
- Tengo 33 años, posgrado, cuatro idiomas, laburo estable y sé defenderme sola -dijo Sofía tajante-, así que informame nomás mientras espero el ómnibus.
- No es el lugar más seguro. El nuestro lo es.
- No estás informándome, sino ofreciéndome llevarme quién sabe a dónde para evitarme tener que bajar al plancha que se atreva a salir a la lluvia para robarme.
- No precisamente. Ellos también han estado buscándote, y ahora que estoy aquí, puede que no tarden en llegar. Es urgente.
- Si no me decís qué corno es urgente ni por qué, no pienso moverme de acá. -sentenció fastidiada- ¿O vas a llevarme a prepo?
Ella lo miraba desafiante, y él la miraba seriamente.
- ¡Jamás! No es nuestro estilo. O mejor dicho, va contra nuestros principios, Sofía.
- O sea que dicen ser los buenos de la película.
- Por lo menos creemos estar haciendo lo correcto. -exclamó el hombre orgullosamente, y apuntó:- Pero veo que no parece sorprenderte en lo más mínimo que yo sepa tu nombre.
- Cualquier tarado que sepa usar internet puede averiguarlo. - replicó la mujer sin turbarse en lo más mínimo.
- También sabemos que trotas por la costa cada mañana desde el puerto hasta el puente para ir al trabajo. Y sabemos que tu cuenta bancaria tiene 657 mil pesos.
- Genial, saben seguir a alguien y haquear el sistema informático de un banco. ¿Algo más? Allá viene el ómnibus, y dudo que venga otro más. Es tu última chance, dale.
El hombre no se daba por vencido.
- Como desees: sabemos que seguir cruzándote a tu ex novio en el club y que no te reconozca te frustra muchísimo y te quita las ganas de intentar conocer otro hombre cuando sales de noche. Y no digas que lo leímos de tu blog ni de tu agenda personal, porque sabemos que no te atreves a sacar esas cosas de tu cabeza.
Sofía tampoco se dio por vencida.
- Así que son telépatas, clarividentes o como se llame. Fenómeno. ¿Y eso qué me importa?
- Que sabemos que tú también lo eres.
El ómnibus pasó como venía.
- ¿Eh?
- ¿Crees que nosotros...?
- Definitivamente sé que no soy mutante ni extraterrestre ni un experimento militar.
- ¿Pero estás segura de que nunca predijiste algo gravísimo? ¿O soñaste algo que se volvió realidad?
- Si lo primero pasó fue de rebote. Y varias veces logré que un sueño mío se volviera realidad, pero porque intenté con todas mis fuerzas. Y otras veces la realidad fue al revés de lo que soñé. Como le pasa a la liceal que se encaja y al revendedor del estadio.
- ¿Y nunca recordaste un dato que jamás habías leído, oído o visto? ¿Como...?
- ¿Como la cantidad de guita que se robaron los hermanos de la patria el año pasado? Si ellos no pueden con los billetes que se les salen por debajo de la puerta de la mansión, yo desde acá esperando al ómnibus menos.
El hombre estaba confuso. Alcanzó un teléfono de debajo del posabrazos del auto y empezó a teclear velozmente, sin dejar de mirar fijamente a los ojos de la mujer.
- ¿Segura, Sofía? ¿Nunca nada de nada?
- ...
- Sería extraño que hubiéramos fallado en algo tan grande....
- Revisen los signos, que seguro encuentran alguno mal.
- No puedo creerlo. ¿No será que... ellos te encontraron antes?
- Todavía no me dijiste quiénes son ellos, pero igual te aseguro que no.
- Tú sabrás: los malos. Me imagino que no te interesará saber el nombre de ellos.
- Tenés una imaginación bárbara.
- Son lo que son -continuó el hombre, ya un poco irritado por la desfachatez de Sofía-, buscan poder, dominación, destrucción. Nosotros queremos libertad, sabiduría, belleza, felicidad. Nos enfrentamos sin cuartel a varios niveles: empresas, gobiernos, universidades, barrios, en todos lados.
- Me copa. - acotó Sofía sarcásticamente.
- Parece que el universo es demasiado grande para ti, Sofía.
- Al revés: el mío es lo suficientemente grande.
El teléfono sonó y el hombre miró la pantalla. Frunció el entrecejo.
- Así que no te interesa unirte. Pero aunque así lo prefieras, es demasiado probable que terminen encontrándote. Son demasiado poderosos para ti. Como te dije, queremos protegerte, informarte y enseñarte. Si vienes...
- ¿Enseñarme qué?
- ...Te ayudaremos a desarrollar tu potencial a pleno, y usarlo para el bien.
- Si hablás de mis superpoderes, dudo que pueda desarrollar más que adivinar el ganador de Barcelona-Boston River. Siempre y cuando no arreglen el partido.
Ella vio el último ómnibus a una cuadra esperando a la luz verde. El hombre vio que Sofía no podía ni quería hacer nada por la humanidad.
- Bueno, has elegido tu camino. De todas maneras, nuestras puertas seguirán abiertas. Cuando quieras encontrarnos y unirte, Sofía, lo sabremos e iremos a buscarte.
- Nunca lo vas a saber y nunca van a volver a buscarme. No me sigan más. Suerte en pila. - se despidió la mujer sin mirar atrás.
Al hombre le esperaba tener que explicar lo inexplicable a los sabios del concilio: que Sofía no era quien era, y que la búsqueda del fin de la guerra debía continuar por otro camino.
A Sofía le alegró que ni la cercanía ni el cansancio la hayan afectado en lo más mínimo, al menos en lo que importaba. Sabía que "los malos" se enterarían pronto de que "los buenos" habían averiguado que ella no era la buscada. Y sabía que si los malos eligieran confirmarlo por su cuenta, ella lograría ocultárselo a ellos también. Y si llegaban a intentar forzarla, Sofía sabía que bastaría un empujoncito en los sesos de ellos para que todo quede en el olvido.
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