Me encanta coleccionar objetos de momentos importantes en mi vida y cosas interesantes que quiero volver a recordar en el futuro. Apariciones en el semanario Búsqueda, fotos de carreras callejeras de cuando iba con mis papis, entradas de cine de películas que me impactaron, dibujos de pistas de carreras hechos hace añares, titulares ridículos de La República, lo que sea.
Por eso me gustan las computadoras, porque me permiten conservar infinidades de archivos viejísimos en perfectas condiciones y poquísimo espacio durante años. De hecho, suelo coleccionar contribuciones a foros de internet. Pero hay casos donde no puedo hacer eso. Facebook y Twitter son dos ejemplos.
Los de Twitter dicen que cada mensajito está bien guardado y eventualmente los usuarios van a poder recuperarlos. Espero que así sea. Mientras, apenas podemos recorrer las últimas decenas de frases publicadas.
Sin embargo, dudo que Facebook siga esa política. Es más, ni siquiera ofrece un sistema sencillo donde ver lo que uno publica como sí pasa en foros. Los muros personales no mencionan los comentarios hechos en otras páginas, por ejemplo. Y no hay tercer buscador que pueda penetrar el muro de protección del sistema. Lo que uno dice en Facebook, pronto se esfuma para siempre.
Me cuesta aceptar eso en otros ámbitos. Algunos artistas idolatran lo efímero de sus obras, como los graffiti y las canciones de fogón. Pero que ciertas actividades tengan esa cualidad en el mundo informático me parece de criminalidad lesahumanística.
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