Piriápolis es para el automovilismo uruguayo lo que Pau es para la Fórmula 3 Europea y lo que Mónaco es para la Fórmula 1. Lo que diferencia al callejero piriapolitano (*1) no es su nivel de presupuesto ni de público, sino la velocidad promedio casi subterránea. Con la casaca autitista puesta y el sol partiendo las piedras de la rambla afrancesada, recorrí el tortuoso trazado en busca de la mejores fotos para ustedes. Es una lástima que a último momento la Fórmula 3 Sudamericana haya desistido de regresar para 2008.
El arte de pilotar es pararse de puntitas de pie sobre el límite, y no caerse para ningún lado.
Los monoplazas más potentes que tuvimos en esta edición del Gran Premio de Piriápolis fueron los Fórmula Chevrolet. Acá, Miguel Wohler estira el frenaje de su bólido albiazul en la recta opuesta para pelearle la colocación al colorido Gabriel Cortizo, en tanto que el Tato Salaverría escapa de la persecución del pelotón.
Willy Pomés dejó hecho pomada su máquina, y encima fue descalificado de la carrera. Incluso el monarca reinante de la monomarca de monopostos Fórmula Chevrolet puede perder la paciencia en una pista tan apretada.
Como siempre, la peor derrota es el abandono. Para aliviar la bronca, este luchador piloto volvió a boxes saboreando la arena y el mar dulce.
Lograr la pole position es un alivio en este tipo de circuitos. Incluso si a tres metros de largar hay que girar el auto treinta grados.
Detrás de la tribuna, el balneario sigue su tranquila vida normal. Salvo si uno quiere pedir un pancho con refresco en el bar o un cucurucho en la heladería, en cuyo caso empujar y codear en el estómago al también famélico de al lado puede ayudar.
Esta fotito es un collage de mucha resolución, así que para admirarla tómense su tiempo para bajarla (consuelo: es menos del que tardé en subirla).
Como dice el dicho, este tipo de espectáculos es para alquilar balcones. Incluso si el afortunado huésped está en contra del propio espectáculo.
No tengo ni la más puta idea de por qué saqué una foto tan chota.
Para terminar, lo que sostiene al automovilismo es el público. A diferencia de Punta del Este, acá cualquiera puede cruzar la pista entre cada tanda de competencia, rodear a los pilotos que alcanzan el podio, y meterse a boxes cuando termina el día.
(*1: La gente de la metrópolis es "metropolitana". No me atrevo a romper reglas aburridas.)
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