No pocos argentinos creyeron que los Superescarabajos Uruguayos brindarían un espectáculo digno de los campeonatos zonales de la vecina orilla. Y a los uruguayos les dio un poquito de vergüenza que fueran simples Fusquitala quienes abrieran la fecha en un balneario tan prestigioso. Llevándolos cruzados en la viborita de la recta principal, los pilotos hicieron esfumar esos prejuicios y anticipar grandes emociones. Incluso llegaron a girar más rápido que los Copa Linea, éstos equipados con motores de 1,9 litros y alerón trasero. Los pilotos fueron aguerridos, y los paredones crueles.
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La Copa Linea es un mojón en el automovilismo argentino: en vez formar pilotos o juntar a los mejores como de costumbre, su objetivo es dar cabida en las pistas a multimillonarios, personalidades y famosos varios, sepan éstos pilotar o no. El propio presidente de Fiat Argentina, Cristiano Rattazzi, da el ejemplo llevando su número 13.
Eso no le quita atractivo a las carreras. Las posiciones se pelean con tanto empeño como en cualquier otro lado.
Algunos pagan caro su coraje o ineptitud. Por eso, los organizadores buscan ocupar las butacas con adinerados, a quienes pagar los platos rotos no les impida seguir con sus vidas.
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Da un poco de pena que la segunda categoría uruguaya más importante de automovilismo de velocidad se disputa con autos de la década de 1980. Tal vez el bajo costo de los autos sea una justificación válida: los pilotos se dan de bomba.
Pude capturar varios de los despistes en la chicana donde me instalé. Otros se me escaparon, incluyendo un en el cual un despistado aceleró y evitó que otro pasadísimo en el frenaje lo embistiera de lleno en la puerta del conductor.
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