365 días atrás, Felipe Massa se lesionó gravísimamente durante la práctica del Gran Premio de Hungría. Ayer estuvo muy cerca de retornar a lo más alto del podio en el Gran Premio de Alemania, pero debió cederle el puesto a su compañero ferrarista Fernando Alonso, que venía más rápido que él, para evitar que éste fuera sobrepasado por uno de sus rivales en la pelea por el título, Sebastian Vettel de Red Bull.
La cuestión es que el ingeniero de pista de Massa le dijo "Alonso es más rápido que vos. ¿Podés confirmar que entendiste el mensaje?", Massa aceleró lentamente de la Horquilla de Hockenheim para dejarlo pasar, y el ingeniero completó diciéndole "Ok, compañero, buen chico. Seguí con él. Perdón". Si esto no es una orden de equipo, ¿¿¿qué es???
Claro que las palabras iniciales fueron bastante bien elegidas (*1), y Ferrari puede argumentar astutamente que no hubo orden sino información. Es lógico que el equipo prefiera cambiar el orden de llegada para que Alonso esté mejor defendido y sume más puntos, y me parece bien que sea así. Pero el hecho es que dar órdenes está prohibido y la hubo: Ferrari fue multada y podría recibir sanciones mayores. No me disgustaría demasiado que perdiera los 43 puntos en el campeonato de constructores por el 1-2, pero sí que descalificaran a los pilotos o les quitaran puntos, porque la infracción fue de equipo y no de piloto. Eso sí, estoy empezando a dudar si esta norma es adecuada.
¿Y por qué este artículo pertenece a "Quién lo diría"? Porque alguien dijo "yo habría hecho exactamente lo mismo si estuviera en su situación. En definitiva, ¿para qué estamos acá? Estamos peleando por un campeonato." Varios pilotos estuvieron en la misma situación que Massa, sin ir más lejos el propio Rubens Barrichello, también brasilero y también pilotando para Ferrari.
Sin embargo, quien declaró eso fue el beneficiario de las órdenes de equipo de Ferrari en innumerables ocasiones: nada menos que Michael Schumacher. Que haya defendido así a Ferrari y diga que podría ser un fiel segundo piloto, cuando no lo ha sido en más de 15 años, me hace creer que su declaración se ajusta al contrato espiritual de por vida que lo une con Maranello.
(*1: La disculpa fue una macana mayúscula, y en vez de "mensaje" yo le habría dicho "dato".)
martes, 27 de julio de 2010
sábado, 24 de julio de 2010
Lola mento
Alpiste, perdiste, fuiste fuiste. Y me puse muy triste porque Lola perdió la licitación para proveer de chasis a la IndyCar a partir de 2012. Cualquiera podrá vestirla de seda, pero la mona queda: Dallara seguirá siendo proveedora única de chasis el próximo lustro, y los equipos podrán diseñar la carrocería y comprar diseños de otras empresas.
El modelo presentado por Lola era perfecto. El de Dallara no me atrae demasiado, tiene rasgos de sport prototipo en la parte trasera y los pontones lo asemejan al Delta Wing de combate. Al menos desaparecerá ese morro horrendo, y volverán los motores turboalimentados de baja cilindrada.
Lola perdedor
Dallara viejo (arriba) y nuevo (abajo)
El modelo presentado por Lola era perfecto. El de Dallara no me atrae demasiado, tiene rasgos de sport prototipo en la parte trasera y los pontones lo asemejan al Delta Wing de combate. Al menos desaparecerá ese morro horrendo, y volverán los motores turboalimentados de baja cilindrada.
Lola perdedor
Dallara viejo (arriba) y nuevo (abajo)
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jueves, 15 de julio de 2010
Desenchufe
La madrugada del miércoles 14, salté de golpe de la cama recordando este sueño y corrí a la computadora para escribirlo. En realidad, el sueño va hasta la mitad. Lo poco que recordaba de la segunda parte del sueño no enganchaba con nada y preferí inventar todo casi de cero. Sí recordaba la parte del videojuego, y la metí como pude recordarla.
Dejé madurar el cuento un día entero sin tocarlo, así me ahorré el trabajo de tener que pulirlo yo. No puedo decir que este segundo cuento autitista sea un NaBUrean Prodooktionz Originalz (el primero tampoco lo es). Pero quien roba a dos ladrones (yo de ideas, ellos de guita), tiene doscientos años de perdón. Que mis recontranietos se manejen. Como sea, ¡segunnnda!
- o -
Así que estábamos en la Matriz. Corríamos por callejones mugrientos y nos metíamos en edificios destartalados de un barrio bravo de la Ciudad, perseguidos de cerca por unos cuantos Agentes aunque no demasiado rápidos. Xandra se encargaba de despistarlos sin dejar de hablar crípticamente por teléfono celular, averiguando cómo hacerme volver al mundo real. Hasta media hora atrás, apenas había imaginado en mi vida que este mundo no fuera lo que es.
Ella tenía unos treinta y largos años, pero yo casi babeaba cuando le miraba la ropa negra ajustada al esbelto cuerpo. Ya había demostrado que éste le bastaba para neutralizar a los Agentes y trepar por cualquier lado, y los infinitos chiches en los bolsillos parecían sobrarle. En una le comenté "vos desafiás las leyes de la física", a lo que contestó "me chupan un huevo". Pero yo hace años que no hacía ejercicio alguno y no estaba para estos trotes. De pronto, la mina se agachó detrás de un contenedor y me hizo señas de que la imitara.
- Parece que los Agentes nos perdieron el rastro, menos mal que son medio nabos -empezó a explicar Xandra rápidamente en voz baja.- Me dicen de afuera que la única salida que hay a la vuelta está dentro de ese edificio. Es un manicomio extremadamente peligroso, no es joda, me contaron que varios se nos perdieron ahí adentro. Tenemos que ir hacia el sótano del fondo y encontrar la salida rápido...
- ¿Y qué es una salida? -la corté.
- Es un teléfono. Suena, lo atendemos (uno por vez) y salimos al instante -respondió Xandra.
- Si vos decís...
Xandra se sacó los enormes lentes negros y me miró a los ojos.
- Prestá atención: cuanto más tardemos ahí adentro, nos enlenteceremos y nos olvidaremos de lo que tenemos que hacer y correremos peligro de quedarnos ahí por siempre. A menos que alguien se arriesgue a rescatarnos. Y de ahí a recuperarse es otra cosa. Te necesitamos afuera desesperadamente, no te podemos perder. No te voy a dejar acá.
Tragué saliva nerviosamente.
- Acordate: tenemos que correr y no dejarnos detener por nada ni nadie hasta encontrar la salida. No tenemos que soltarnos de la manos por ningún motivo, o no me vas a encontrar más, porque los pasillos cambian todo el tiempo. Este celular no va a tener señal, tendremos que arreglárnoslas solos.
- ¿Y, este, no hay nada mejor? ¿No podemos ir a otro barrio a buscar una salida? -pregunté aterrorizado por la descripción que me hacía.
A media cuadra, donde había un chiquilín que jugaba con un avioncito apareció un Agente con pinta de inteligente. Giró la cabeza hacia nosotros, aunque no nos veía en nuestro escondite. Era un barrio muy salado. Acepté. Se puso de nuevo los lentes. Sigilosamente nos acercamos a la puerta y nos metimos.
Parecía un laberinto, con pasillos larguísimos y habitaciones con un montón de puertas. Todo era gris. Creía que mi sentido de la orientación era bueno, pero sentí que al entrar a una habitación cruzábamos un lugar donde antes había creído ver un pasillo.
- Pah, es un infierno esto. -dije. Xandra me apretó más fuerte la muñeca.
En todos lados había locos, siempre quietos o moviéndose muy lentamente, mirando perdidamente la nada. Estaban vegetales. Esperaba que no nos metiéramos en una zona de enfermos de los agresivos. Atravesamos rápidamente un montón de habitaciones y parecía que ahí vivía un pueblo.
- Venimos bien, la salida está por este lado, estoy segura.
Llegamos a unas escaleras y bajamos dos pisos. Seguía habiendo ventanales traslúcidos, pero sentía más oscuridad. Nos metimos en más pasillos y bajamos más escaleras sin detenernos.
- Puta, loco, es peor que... lo que me habían contado. -Si Xandra hablaba agitadamente, yo callaba para no perder fuerzas.- Pero sé que estamos... casi... por llegar. Al menos los Agentes... no se atrevieron a entrar.
Algunas puertas estaban trancadas y seguíamos dando vueltas. Algunas personas empezaron a tratar de agarrarnos. Las empujábamos fácilmente, pero perdíamos ritmo.
- ¡No te sueltes! Seguime, está... por acá... ¡Dale, no aflojes!
Noté que ella empezaba a dudar al elegir la ruta. Yo estaba casi sin aliento. Es verdad que las personas nos miraban raro, pero eran inofensivas y en general no molestaban. Quería parar un minuto a respirar, pero la mina me aferraba y cinchaba de mí hacia adelante.
- Aguantá un... cacho, no doy... más -le dije, y paré.
- ¿Estás loco, m'hijo?, ¡movete!
- Estoy liquidado. ¿Qué apuro hay? Hace minutos que no veo a nadie.
- ¡Pero la gran...! -exclamó en un susurro al tiempo que me tapó la boca y se arrojó conmigo debajo de un escritorio.
Sonaron pasos que movían las tablas del piso. Una mano gorda agarró de los pelos a la mina y la arrastró hacia un pasillo. Ella forcejeaba y arañaba al secuestrador, pero la gruesísima capa de grasa y su puro peso lo hacían inmune.
- ¡No me puedo soltar! ¡Andá hacia abajo y encontrá un teléfono que suene! Movete, salvá tu vida, no te olvides, por favor, sos muestra esperanza. Yo me encargo de zafar de ésta. ¡Salí de acá!
Cuando el tipo gordo se fue con ella, me paré y tomé un buen bocado de aire. Pero no estaba con fuerzas para continuar adelante. Me senté en un sillón con dos personas más. Estaban con un jueguito de ciclismo, pedaleando con sus manos, mirando una pantalla grande. Me quedé un rato mirando cómo jugaban. Les pedí que me dejaran probar un turno. Me enganché y pedaleé varias horas. Le di el control al tipo al que se lo había sacado. Me acerqué a un ventanal y me recosté contra él.
- ¡¡¡Al fin!!! -gritó una mujer vestida de verde manzana que apareció en el salón, muy agitada y tensa pero con una sonrisa enorme.
Cinchó de mí y no pude evitar que me levantara y llevara por una puerta hacia una escalera. Bajamos y seguimos corriendo un buen trecho recorriendo pasillos y entrando y saliendo de habitaciones, hasta que llegamos a lo que parecía un despacho. Había un bulto enorme bajo unas sábanas ensangrentadas. Sonó un teléfono sobre el escritorio.
- ¡Levantá el tubo, dale! -me dijo la mujer.
Lo levanté y de pronto estaba al aire libre. Hacía un frío polar y la piel me quemaba como nunca. Estaba desnudo y húmedo. Una cálida mano me palmeó suavemente el pecho y abrí los ojos. Detrás de la mina, una nave grande como una casa posaba rodeada de una tormenta furiosa.
- ¿Estoy vivo? -pregunté y la abracé.
- Si te apurás, sí. -dijo con los ojos llorosos y una triste sonrisa.- Ya vas a tener tiempo para mirar alrededor, metete y vamos.
Acariciándola me topé con un enchufe de metal en su nuca. Llevé la otra mano a la mía y había algo igual. Recordé que se llamaba Xandra. Recordé quién era yo. Trepé a la nave. cerraron la puerta y la máquina despegó del suelo.
- Maté al tipo que me agarró, pero me quedé en blanco. Casi sin querer atendí el teléfono y salí. Volví a entrar para traerte.
Miré hacia afuera de la nave y me vinieron arcadas. La vista era peor que la peor pesadilla después de hacer un trasnoche de martes 13 mirando películas de terror a oscuras. No recordaba sentirme tan mal en mi vida. No me atrevía a hablar.
- Las sensaciones son distintas, date tiempo y te vas a acostumbrar. Cuando lleguemos a la fortaleza te explicaremos todo esto. Pero tenemos que festejar, estás a salvo y nos vas a dar una mano enorme. ¡Bienvenido!
Dejé madurar el cuento un día entero sin tocarlo, así me ahorré el trabajo de tener que pulirlo yo. No puedo decir que este segundo cuento autitista sea un NaBUrean Prodooktionz Originalz (el primero tampoco lo es). Pero quien roba a dos ladrones (yo de ideas, ellos de guita), tiene doscientos años de perdón. Que mis recontranietos se manejen. Como sea, ¡segunnnda!
- o -
Así que estábamos en la Matriz. Corríamos por callejones mugrientos y nos metíamos en edificios destartalados de un barrio bravo de la Ciudad, perseguidos de cerca por unos cuantos Agentes aunque no demasiado rápidos. Xandra se encargaba de despistarlos sin dejar de hablar crípticamente por teléfono celular, averiguando cómo hacerme volver al mundo real. Hasta media hora atrás, apenas había imaginado en mi vida que este mundo no fuera lo que es.
Ella tenía unos treinta y largos años, pero yo casi babeaba cuando le miraba la ropa negra ajustada al esbelto cuerpo. Ya había demostrado que éste le bastaba para neutralizar a los Agentes y trepar por cualquier lado, y los infinitos chiches en los bolsillos parecían sobrarle. En una le comenté "vos desafiás las leyes de la física", a lo que contestó "me chupan un huevo". Pero yo hace años que no hacía ejercicio alguno y no estaba para estos trotes. De pronto, la mina se agachó detrás de un contenedor y me hizo señas de que la imitara.
- Parece que los Agentes nos perdieron el rastro, menos mal que son medio nabos -empezó a explicar Xandra rápidamente en voz baja.- Me dicen de afuera que la única salida que hay a la vuelta está dentro de ese edificio. Es un manicomio extremadamente peligroso, no es joda, me contaron que varios se nos perdieron ahí adentro. Tenemos que ir hacia el sótano del fondo y encontrar la salida rápido...
- ¿Y qué es una salida? -la corté.
- Es un teléfono. Suena, lo atendemos (uno por vez) y salimos al instante -respondió Xandra.
- Si vos decís...
Xandra se sacó los enormes lentes negros y me miró a los ojos.
- Prestá atención: cuanto más tardemos ahí adentro, nos enlenteceremos y nos olvidaremos de lo que tenemos que hacer y correremos peligro de quedarnos ahí por siempre. A menos que alguien se arriesgue a rescatarnos. Y de ahí a recuperarse es otra cosa. Te necesitamos afuera desesperadamente, no te podemos perder. No te voy a dejar acá.
Tragué saliva nerviosamente.
- Acordate: tenemos que correr y no dejarnos detener por nada ni nadie hasta encontrar la salida. No tenemos que soltarnos de la manos por ningún motivo, o no me vas a encontrar más, porque los pasillos cambian todo el tiempo. Este celular no va a tener señal, tendremos que arreglárnoslas solos.
- ¿Y, este, no hay nada mejor? ¿No podemos ir a otro barrio a buscar una salida? -pregunté aterrorizado por la descripción que me hacía.
A media cuadra, donde había un chiquilín que jugaba con un avioncito apareció un Agente con pinta de inteligente. Giró la cabeza hacia nosotros, aunque no nos veía en nuestro escondite. Era un barrio muy salado. Acepté. Se puso de nuevo los lentes. Sigilosamente nos acercamos a la puerta y nos metimos.
Parecía un laberinto, con pasillos larguísimos y habitaciones con un montón de puertas. Todo era gris. Creía que mi sentido de la orientación era bueno, pero sentí que al entrar a una habitación cruzábamos un lugar donde antes había creído ver un pasillo.
- Pah, es un infierno esto. -dije. Xandra me apretó más fuerte la muñeca.
En todos lados había locos, siempre quietos o moviéndose muy lentamente, mirando perdidamente la nada. Estaban vegetales. Esperaba que no nos metiéramos en una zona de enfermos de los agresivos. Atravesamos rápidamente un montón de habitaciones y parecía que ahí vivía un pueblo.
- Venimos bien, la salida está por este lado, estoy segura.
Llegamos a unas escaleras y bajamos dos pisos. Seguía habiendo ventanales traslúcidos, pero sentía más oscuridad. Nos metimos en más pasillos y bajamos más escaleras sin detenernos.
- Puta, loco, es peor que... lo que me habían contado. -Si Xandra hablaba agitadamente, yo callaba para no perder fuerzas.- Pero sé que estamos... casi... por llegar. Al menos los Agentes... no se atrevieron a entrar.
Algunas puertas estaban trancadas y seguíamos dando vueltas. Algunas personas empezaron a tratar de agarrarnos. Las empujábamos fácilmente, pero perdíamos ritmo.
- ¡No te sueltes! Seguime, está... por acá... ¡Dale, no aflojes!
Noté que ella empezaba a dudar al elegir la ruta. Yo estaba casi sin aliento. Es verdad que las personas nos miraban raro, pero eran inofensivas y en general no molestaban. Quería parar un minuto a respirar, pero la mina me aferraba y cinchaba de mí hacia adelante.
- Aguantá un... cacho, no doy... más -le dije, y paré.
- ¿Estás loco, m'hijo?, ¡movete!
- Estoy liquidado. ¿Qué apuro hay? Hace minutos que no veo a nadie.
- ¡Pero la gran...! -exclamó en un susurro al tiempo que me tapó la boca y se arrojó conmigo debajo de un escritorio.
Sonaron pasos que movían las tablas del piso. Una mano gorda agarró de los pelos a la mina y la arrastró hacia un pasillo. Ella forcejeaba y arañaba al secuestrador, pero la gruesísima capa de grasa y su puro peso lo hacían inmune.
- ¡No me puedo soltar! ¡Andá hacia abajo y encontrá un teléfono que suene! Movete, salvá tu vida, no te olvides, por favor, sos muestra esperanza. Yo me encargo de zafar de ésta. ¡Salí de acá!
Cuando el tipo gordo se fue con ella, me paré y tomé un buen bocado de aire. Pero no estaba con fuerzas para continuar adelante. Me senté en un sillón con dos personas más. Estaban con un jueguito de ciclismo, pedaleando con sus manos, mirando una pantalla grande. Me quedé un rato mirando cómo jugaban. Les pedí que me dejaran probar un turno. Me enganché y pedaleé varias horas. Le di el control al tipo al que se lo había sacado. Me acerqué a un ventanal y me recosté contra él.
- ¡¡¡Al fin!!! -gritó una mujer vestida de verde manzana que apareció en el salón, muy agitada y tensa pero con una sonrisa enorme.
Cinchó de mí y no pude evitar que me levantara y llevara por una puerta hacia una escalera. Bajamos y seguimos corriendo un buen trecho recorriendo pasillos y entrando y saliendo de habitaciones, hasta que llegamos a lo que parecía un despacho. Había un bulto enorme bajo unas sábanas ensangrentadas. Sonó un teléfono sobre el escritorio.
- ¡Levantá el tubo, dale! -me dijo la mujer.
Lo levanté y de pronto estaba al aire libre. Hacía un frío polar y la piel me quemaba como nunca. Estaba desnudo y húmedo. Una cálida mano me palmeó suavemente el pecho y abrí los ojos. Detrás de la mina, una nave grande como una casa posaba rodeada de una tormenta furiosa.
- ¿Estoy vivo? -pregunté y la abracé.
- Si te apurás, sí. -dijo con los ojos llorosos y una triste sonrisa.- Ya vas a tener tiempo para mirar alrededor, metete y vamos.
Acariciándola me topé con un enchufe de metal en su nuca. Llevé la otra mano a la mía y había algo igual. Recordé que se llamaba Xandra. Recordé quién era yo. Trepé a la nave. cerraron la puerta y la máquina despegó del suelo.
- Maté al tipo que me agarró, pero me quedé en blanco. Casi sin querer atendí el teléfono y salí. Volví a entrar para traerte.
Miré hacia afuera de la nave y me vinieron arcadas. La vista era peor que la peor pesadilla después de hacer un trasnoche de martes 13 mirando películas de terror a oscuras. No recordaba sentirme tan mal en mi vida. No me atrevía a hablar.
- Las sensaciones son distintas, date tiempo y te vas a acostumbrar. Cuando lleguemos a la fortaleza te explicaremos todo esto. Pero tenemos que festejar, estás a salvo y nos vas a dar una mano enorme. ¡Bienvenido!
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narradas
martes, 13 de julio de 2010
Unidos por un partido
Me es difícil ignorar el cuarto puesto que la selección uruguaya de fútbol consiguió en el Mundial Sudáfrica 2010. Pero realmente el brillante resultado me importa muchísimo menos que su juego a la vez efectivo y vistoso, su entrega incansable del primer al último segundo de partido, y su respeto por cada rival del torneo. Me enorgullece que Uruguay haya podido demostrar en estos siete partidos que puede enfrentar de igual a igual a cualquier selección del planeta, con estilo propio y atractivo. Es el verdadero sol que nos regaló la celeste.
El equipo funcionó desde Muslera hasta Diego Forlán y Luis Suárez, pero sin olvidar ninguno de los 23 jugadores del plantel. Que tal o cual se quedara sin jugar significa que las situaciones de partido no los requirieron, no que sean inservibles e inmerecedores de la casaca celeste (*1). Quienes decían que Uruguay debía jugar para Forlán fueron contradichos: Forlán jugó de manera impresionante para Uruguay, armando ataques incesantemente, marcando al mediocampo rival cuando era necesario, y metiendo nada menos que cinco goles. Los galardones no son demostración, pero confirman su magnitud.
El Loco Abreu cada día está más loco. Su decisivo tiro desde el punto penal, infartantemente lento y apuntado al centro del arco, es para quitarse los sesos y entregárselos en ofrenda. Suárez se sacrificó con su mano salvadora como pocos, e intentó un sinnúmero de goles desde todas las posiciones. Los primeros cinco partidos de Muslera fueron asombrosos: detuvo tiros por todos lados, y contra Ghana atajó dos penales y desvió uno mediante de la ayuda de su amigo horizontal, el travesaño. Él y los laterales le fallaron contra Holanda y su rendimiento bajó contra Alemania, pero nada de eso opaca lo que hizo. El Ruso Pérez fue demasiado raspador en varias ocasiones, pero se mantuvo deteniendo los ataques rivales y organizando ataques propios con tremenda garra, incluso cuando su físico se lo impedía. La actuación del resto de los jugadores la retengo menos en mi memoria, pero recuerdo a la perfección una marca mucho más limpia que años atrás pero siempre eficaz y un ataque mucho más compacto.
El Maestro Tabárez merece un párrafo aparte. Estudió sus rivales detenidamente y planteó cada partido cuidadosamente, tal vez demasiado contra Francia pero aún no se sabía que los galos estaban para otra cosa. Entretanto, se mostró cauto, medido y respetuoso ante todos. No es demasiado simpático, pero no le pidamos peras al olmo: el técnico está para hacer andar un equipo, no para hacer chistes y sonreír a la cámara.
El tiempo dirá qué haremos los uruguayos con este éxito futbolístico. Pero lo que haremos es cosa nuestra. ¡A redoblar!
(*1: Finalmente, a pesar de los datos que la prensa manejaba de antemano, la celeste lo fue salvo contra Sudáfrica, cuando jugamos de blanco cuando ellos vestían de ¡amarillo! La vestimenta all-sky blue que usamos contra Alemania fue curiosa, pero si fuera por mí evitaría volver a usarla - el negro no está en ninguna divisa nacional pero el short negro es un clásico nuestro. Sigo extrañando la camiseta roja artiguista.)
El equipo funcionó desde Muslera hasta Diego Forlán y Luis Suárez, pero sin olvidar ninguno de los 23 jugadores del plantel. Que tal o cual se quedara sin jugar significa que las situaciones de partido no los requirieron, no que sean inservibles e inmerecedores de la casaca celeste (*1). Quienes decían que Uruguay debía jugar para Forlán fueron contradichos: Forlán jugó de manera impresionante para Uruguay, armando ataques incesantemente, marcando al mediocampo rival cuando era necesario, y metiendo nada menos que cinco goles. Los galardones no son demostración, pero confirman su magnitud.
El Loco Abreu cada día está más loco. Su decisivo tiro desde el punto penal, infartantemente lento y apuntado al centro del arco, es para quitarse los sesos y entregárselos en ofrenda. Suárez se sacrificó con su mano salvadora como pocos, e intentó un sinnúmero de goles desde todas las posiciones. Los primeros cinco partidos de Muslera fueron asombrosos: detuvo tiros por todos lados, y contra Ghana atajó dos penales y desvió uno mediante de la ayuda de su amigo horizontal, el travesaño. Él y los laterales le fallaron contra Holanda y su rendimiento bajó contra Alemania, pero nada de eso opaca lo que hizo. El Ruso Pérez fue demasiado raspador en varias ocasiones, pero se mantuvo deteniendo los ataques rivales y organizando ataques propios con tremenda garra, incluso cuando su físico se lo impedía. La actuación del resto de los jugadores la retengo menos en mi memoria, pero recuerdo a la perfección una marca mucho más limpia que años atrás pero siempre eficaz y un ataque mucho más compacto.
El Maestro Tabárez merece un párrafo aparte. Estudió sus rivales detenidamente y planteó cada partido cuidadosamente, tal vez demasiado contra Francia pero aún no se sabía que los galos estaban para otra cosa. Entretanto, se mostró cauto, medido y respetuoso ante todos. No es demasiado simpático, pero no le pidamos peras al olmo: el técnico está para hacer andar un equipo, no para hacer chistes y sonreír a la cámara.
El tiempo dirá qué haremos los uruguayos con este éxito futbolístico. Pero lo que haremos es cosa nuestra. ¡A redoblar!
(*1: Finalmente, a pesar de los datos que la prensa manejaba de antemano, la celeste lo fue salvo contra Sudáfrica, cuando jugamos de blanco cuando ellos vestían de ¡amarillo! La vestimenta all-sky blue que usamos contra Alemania fue curiosa, pero si fuera por mí evitaría volver a usarla - el negro no está en ninguna divisa nacional pero el short negro es un clásico nuestro. Sigo extrañando la camiseta roja artiguista.)
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lunes, 5 de julio de 2010
Hermandad rioplatense
¿Por qué todavía no escribí epíteto alguno sobre la actuación de la selección uruguaya en el Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010? Ni idea. Quedan dos partidos por jugar. La semana que viene casi seguro que lo hago.
Mientras, un grupo de uruguayos cruzó el charco para tratar de convencer a los argentinos de apoyarnos. Después de que buena parte del país festejara la caída de Maradona y la reapertura del puente Fray Bentos-Puerto Unzué, le veo más que brava.
Mientras, un grupo de uruguayos cruzó el charco para tratar de convencer a los argentinos de apoyarnos. Después de que buena parte del país festejara la caída de Maradona y la reapertura del puente Fray Bentos-Puerto Unzué, le veo más que brava.
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