El automovilismo tiene varias patas: autos, pilotos, pistas, organización, público...
En Uruguay tenemos organizaciones, autos y pilotos de sobra. Gálvez, Concordia y Tarumá quedan cerca, y cualquier tuerca puede inventar trazados callejeros con los ojos cerrados. Eso no es problema.
¿Por qué la Auvo no va a Colonia, Melo, Salto, ni Rivera? Sólo hay dos campeonatos realmente nacionales: rally y karting. ¿Iría suficiente gente a una carrera de derrapadas en Tacuarembó, un time attack en Paysandú o una carrera de turismos en Durazno como para volver a año siguiente? Convocar suficiente público en ciudades tan chicas como las nuestras y hacer plata no es imposible, pero sí difícil.
Los autos cuestan mucha plata, las pistas también, y la seguridad aún más. El dinero lo aporta el público; esto incluye entradas, comida, alojamiento, medios de comunicación y auspiciantes. Por más voluntad y esfuerzo, nada sobrevive con los números siempre en rojo, o sea sin gente que vea las carreras.
Otro tema es el funcionamiento de las organizaciones. Si la cantidad de categorías uruguayas se puede contar con los dedos de las manos y los pies, entonces también pueden colaborar entre ellas para bajar costos, compartir conocimiento y evitar pelearse el escaso público.
También admito que entre dicho y hecho, hay un largo trecho.
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