Las autoridades de la Fórmula 1 decidieron que desde la temporada 2009 los autos lleven un "sistema de recuperación de energía cinética" (KERS). El aparato guarda en una batería la energía que se libera como ruido y calor al frenar. El piloto puede presionar un botón para aprovechar esa energía y aumentar la aceleración del auto.
Es obvio que la categoría máxima del automovilismo adoptará esta medida a lo Rápido y Furioso para enfrentar las aburidísimas carreras de los últimos años. Lo absurdo es que el KERS supuestamente "colaborará con el medio ambiente", tanto disminuyendo el consumo de combustible como fomentando el desarrollo de tecnologías limpias. Los Fórmula 1 recorren entre 1 y 2 km/litro, diez veces menos que un auto normal. El KERS no puede cambiar esas cifras ni en una décima.
Si la categoría quiere ser realmente líder en tecnología verde, una medida mucho más radical y eficaz sería limitar la cantidad de litros de combustible disponibles por fecha. Si hoy cada auto quema 200 litros en los 300 km de carrera, entonces deberíamos bajar ese número por ejemplo en un 10% cada año. Limitando la cantidad de paradas a tres por carrera, achicamos los tanques de combustible a 50 litros para 2010 y los reducimos en 5 litros durante cuatro temporadas seguidas.
Cada vez que la FIA prohibió tecnologías (efecto suelo, sobrealimentación, suspensión activa), los técnicos lograron superar la velocidad previa de los autos. Con esto pasaría exactamente lo mismo, salvo una enorme diferencia: las multimillonarias inversiones se destinarían a sacar la máxima potencia al motor durante toda una carrera con cuatro gotas de nafta.
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